viernes, 25 de febrero de 2011

Confesiones y hostias virtuales

Si me hubieran comentado hace pocos años que desde casa podía confesarme sin colas, sin esperas y sin el temor de enfrentarme cara a cara con el cura para contarle mis pecados, no me lo habría creído. Y si además me hubiesen explicado que a través de las nuevas tecnologías tuviese la oportunidad de cumplir con este importante sacramento desde mi habitación, o desde cualquier otro lugar, tampoco le hubiese dado mayor crédito.

Era algo inviable, pero ahora todo esto es posible. Una nueva aplicación para iPhone creada por la compañía Little iApps permite a los católicos aplicar el sacramento de la confesión y ayudar a los fieles a volver a la fe.

Tal como lo leen, se trata de la aplicación "Confesión: una aplicación Católica Romana" que cuesta aproximadamente unos 3.800 pesos (1,99 dólares o 1,40 euros) y que conduce a los católicos a buscar el camino de la penitencia a través de lo que la compañía describe como un "examen de conciencia personalizado para cada usuario".

"Nuestro deseo es invitar a los católicos a participar en la fe a través de la tecnología digital", asegura la empresa Little iApps que tiene su sede en South Bend (Indiana).

Pese a tener desde ya el rechazo de la Santa Sede, la compañía asegura haber tenido en cuenta el mensaje del Papa Benedicto XVI y sostiene que su objetivo con este proyecto es ofrecer una herramienta digital a los católicos que sea un nuevo medio al servicio de la palabra.

Para ello contaron con la asesoría del reverendo de la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos, Thomas Weinandy y el pastor de la iglesia Reina de la Paz de Mishawaka (Indiana), Dan Scheidt, con quienes consensuaron el contenido y el desarrollo de la aplicación.

Entre tanto, en el Vaticano no cesan de santiguarse una y mil veces sorprendidos por la tamaña ocurrencia de la citada empresa de origen estadounidense.

Aunque nos sabemos a ciencia cierta si es por el argumento de que el sacramento de la penitencia tiene que hacerse en persona y ante un sacerdote (relación penitente-confesor) y no a través de una aplicación informática.

O es por el temor de empezar a perder seguidores o asistentes en las iglesias, sobre todo para los días de semana santa. O peor aún comenzar a pensar que con esto de las nuevas tecnologías el negocio pueda ingresar a la era virtual y todo cambie.

Si no me imaginaba hace años confesándome a través de un teléfono iPhone, una tableta iPad o un reproductor multimedia iPod Touch, ahora ya no descarto hacer próximamente un examen de conciencia virtual, cumplir con los diez mandamientos informatizados, rezar un santo rosario con una camándula digital, aprovechando muy bien lo que sabe hacer el Vaticano: generar negocio alimentado de una realidad digital, religiosa y espiritual.

A propósito no esquivaría tampoco la idea de probar con las hostias virtuales (aquellas hojas redondas y delgadas de pan ácimo, que se consagran en la misa como el cuerpo de Cristo y con la que se comulga) y no como las que se reparten aquí en España a punta de golpes, trastazos y bofetadas. Aunque no estaría mal. Con esta última al menos la iglesia haría un gran aporte para reducir el elevado índice de violencia.

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